La adrenalina llega fácilmente a la sangre. La piel se eriza a grado imperceptible al resto de los cuerpos. Solo puedes sentir la emoción propia, cuando esos cientos de manos alzadas alaban tu trabajo, el fruto de tus manos, lo que el grosor de tus dedos expresa al tocar esas cuerdas gruesas y sin forma.
Nadie conoce el valor que se necesita para pararse frente a todos ellos y expresan lo que siente tu alma en ese minuto, esos sentimientos que te invaden momentáneamente, de manera esporádica, sintiendo cómo las energías pujan por salir, y convertirse en inspiración, en lágrimas, en alegría. Viernes o sábado en la noche, con o sin chelas o pitos en la sangre. El domingo en la mañana no tiene por qué saber qué ocurrió las noches anteriores, y entonces se transforma en un secreto a voces, sonidos de guitarras fuertes, baterías, y un vocalista que usa sus expresiones propias para transmitir los dolores de su corazón. Pero cuando mis dedos tocan las cuerdas de la guitarra, cuando palpo con mis uñas la suave textura de las cuerdas lisas y suaves, entonces todo se transforma: es un mundo paralelo, diferente al habitual mío, porque puedo hacer por fin míos esos pensamientos que un día no lo fueron porque han sido causados por otros, inducidos por otros a mi mente, y que ahora, frente al público en la tocata, puedo interpretar, traducir y explayar para que otros también los comprendan. Porque cuando oyes una canción, no estás escuchando el contenido emocional de esa canción en específico, sino lo que hay en la mente del que la compuso.
Es cuestión de cada corazón interpretar los sentimientos que se ocultan detrás de las notas musicales. Pero hay que admitir que cuando sonidos ensordecedores, agobiantes, molestos y hostigadores, emanan de un instrumento, no es solo ruido perturbador, es un sentimiento que está escondido, aguardando sigiloso por ser traducido. Eso es lo que solo los corazones más perceptibles pueden notar. Porque no se trata de ir exaltarse a un concierto, a dejar que se suba la adrenalina a la cabeza y dejar de pensar. Se trata de pensar en todo momento, a cada segundo, percibir la vibra, el ambiente, el aroma de la emoción, de la excitación de todos los que están allí, pasando por lo mismo pero que no necesariamente sienten lo mismo. Es una injusticia que algunos no sean capaces de darse cuenta qué hay detrás. Injusto para el músico, para quien toca, para quien está tocando su historia de amor en la guitarra, para el que llora una muerte reciente por medio de la letra de una canción. Hay un juego de emociones detrás, pero quizás una tocata, con público masivo, no es el mejor lugar para darse cuenta de eso. Hay mucho que se esconde detrás. Puedo estar llorando y nadie me ve; puedo ser más feliz que en todo el ciclo vital que he vivido, pero nadie, solo yo, mi guitarra, mis dedos, mi alma y mi corazón, lo notaríamos.
En cada nota musical que se escapa de esta guitarra, hay una doble lectura que hacer. Cuando veos esas cabezas balanceándose excitadas, a las parejas hacer el amor allí mismo, víctimas del sopor irreductible de la música placentera, entonces todo vuelve a tener sentido. Alguien ha escuchado el doble sentido de las notas de esta guitarra. Y entonces, solo entonces, creo que vuelvo a sentir.
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