These broken hands of mine

miércoles, 29 de febrero de 2012

No basta. No es suficiente.

No es que la educación en Chile sea pobre, o que el gobierno de derecha no sepa gobernar. No es que quieran derrocar al gobierno y ensuciar su imagen. Es que la gente está cansada del único gran sistema en nuestro país que está obsoleto hace ya varios años: la democracia representatitva.

No hay palabras correctas que definan la importancia y el rol fundamental que ha jugado la fuerza de acción de la sociedad chilena en el curso de los hechos que dirigen al país en el último tiempo. Se nota que la opinión pública ya no está conforme con sólo ser "opinión", ahora quieren tomar el lienzo, la cacerola, la vuvuzela y hasta el camote, y quieren salir a protestar. Aunque más que protestar es salir a hacer escuchar su voz, porque como dije, ya no basta con poner una opinión en un tweet, o en un blog, ahora hay que salir a gritarla a la calle, y hacerlo con tanta fuerza como sea posible. No es necesario mencionar el movimiento estudiantil de 2011 para dar pruebas concretas de lo que estoy diciendo, o la negativa de la población a Hidroaysén, las protestas anuales de los deudores habitacionales. Para quien mira esto desde afuera, todo es más de lo mismo: gente disconforme que no están del lado del gobierno y quieren derrocarlo o ensuciar su imagen para que la bancada política que gobierna no salga de nuevo. Tengo que reconocer que hasta hace medio año atrás yo pensaba así. Pero también me era imposible no preguntarme: ¿Qué está fallando? ¿Por qué el descontento se produce ahora y no hace algunos años atrás? ¿Será que habrá alguna fuerza maligna o poder sobrenatural que le pone a la gente estas ideas en la cabeza con el fin de generar el caos? Esa última idea la saqué de un libro del escritor chileno Roberto Ampuero, donde se postulaba que había una sociedad internacional compuesta por los países más ricos del mundo, que al ver que un país subdesarrollado empezaba a surgir como potencia económica, movían sus influencias para generar el caos en dicho país y hacerlo caer nuevamente, y todo esto de las formas menos previsibles posibles, es decir: manipulando dirigentes sindicales, creando movimientos sociales, generando descontento en la población.
Bueno, eso es ficción. Pero también una explicación viable (o más bien poco viable) a lo que está pasando. Pero no fue sino hasta ver las manifestaciones en Aysén, que me di cuenta de qué es lo que está realmente obsoleto en nuestro país, y que dista mucho de todos los problemas visibles que se han planteado hasta ahora. Y puedo decir con la seguridad de alguien que da su opinión en un blog, que hay un sólo sistema que está realmente obsoleto en nuestro país, y no es ni el sistema de salud ni el de educación: es el de representación democrática. 
Desde la instauración de la república de Chile, que la democracia nos ha hecho felices a todos, creándonos la falsa  idea de que a través de ella todos podemos expresar nuestra opinión y hacer un cambio a través de... bueno... el voto. Pero no olvidemos que durante el siglo XX el voto era comprado, los campesinos eran obligados a votar por el candidato que el patrón les dijera, o habían mafias arreglando las elecciones siempre. Poco después, los presidentes eran derrocados, o no se les dejaba gobernar, y la voz de aquella mayoría que escogió a dicho presidente se iba a la basura. Ya entonces el sistema de representatividad no era respetado. Pues bien, en estos momentos, la representatividad ya no sirve, porque si un diputado o senador está dispuesto a privilegiar sus propias necesidades antes que las de su comuna, región o pequeña masa de gente que lo escogió, entonces, ¿sirve de algo que esa gente lo haya escogido para que sea su voz frente a la toma de decisiones del ejecutivo? La respuesta ya la sabemos. En la actualidad estamos escogiendo a personas que no nos representan, que no tienen vocación de servicio, que dicen escuchar lo que sus electores tienen para proponerle en base a sus propias necesidades, pero como decía mi mamá cuando tenía 5 años, les entra por un oído y les sale por el otro. Así es como realmente no me extraña que la mayoría de la juventud chilena no tenga interés alguno por inscribirse en los registros electorales, y estoy seguro que ahora que el voto es voluntario, habrá el registro de sufragios más bajo en la historia de la democracia en Chile, porque estar votando por alguien que claramente no tiene mis mismas necesidades, no siente la misma injusticia que sentí yo cuando me enteré que me estaban pasando a llevar por alguna medida, y que, a grandes rasgos, no me representa, es como estar perdiendo tinta, papel y un día al año para ir a votar. 
La sociedad chilena en general está cansada de no tener a nadie que escuche sus necesidades, y de tener a gobernantes que no sean capaces de bajar del cerro a ver qué está pasando y tomar medidas, porque, aunque no queramos aceptarlos, TODOS los políticos chilenos, tanto de derecha como de izquierda o de centro, viven de Las Condes para arriba y sus ingresos no son menores al millón de pesos por mes. ¿Entienden ahora, por qué ningún político, de ninguna calzada política, se preocupó desde el principio por el problema del endeudamiento de los estudiantes con CAE, hasta que los mismos estudiantes lo hicieron notar? 
Estamos cansados del sistema político que nosotros mismos apoyamos desde sus inicios. Estamos aburridos de la representatividad política nula, y de que en la toma de decisiones la voz de la señora Juanita y su marido chofer de micro no se escuche. Pero, ¿qué podemos hacer? En Aysén la solución que buscan es construir un país federal, donde cada región utilice sus propios recursos. Eso me suena bastante al hermano rico de la familia que no quiere compartir ni con sus padres, ni con sus hermanos de menos recursos, porque hay regiones donde el sustento no es lo suficientemente grande como para poder formar por sí solo un estado, y donde los únicos ingresos que reciben las municipalidades son de las patentes de autos, de comercio, y los partes que sacan los pacos, porque sí, los pacos sirven para algo más que reprimir masas. ¿Hay algún sistema político donde la voz de todos y cada uno sea escuchada por igual? La verdad es que no, porque somos tan heterogéneos que siemore va a quedar alguno disconforme con las medidas que se tomaron, y como la historia es un ciclo que se va repitiendo, volveríamos a vivir de nuevo todo esto. La única solución parece ser la de escoger mejor a nuestros representantes: dejar de jugar a los partidos políticos, y creer ilusamente que los ideales que tengo yo los comparte un partido, y empezar a votar por la calidad de persona que tengas las agallas suficientes, y los problemas suficientes, como para que pueda ponerse en el lugar de quienes realmente lo necesitan, y salga a gobernar. 
Pero, ¿cuánto tiempo tiene que pasar para que venga el nuevo mesías? Eso ni la iglesia lo sabe.